Su nombre no lo recuerdo, sé que en algún
momento fue periodista, trabajó en la radio, estudió e hizo familia como
la mayoría de las personas. Sé que cayó en las drogas y que desde
entonces su vida no es como la de la mayoría de las personas.
Su nombre en las calles es El Canoso pero para sus amigos de la infancia
es El Cura, le empezaron a llamar así porque de niño era un monaguillo y
quería ser cura.
Al canoso lo conocí hace 5 años cuando mi papá tuvo que
mover su empresa a unas cuantas cuadras más abajo de donde él la tenía.
Cali es esa ciudad en la que caminas 3 cuadras y estas en una ciudad
diferente. En esta ocasión todo seguía igual; en las calles del
centro de Cali siempre está el señor que ayuda a parquear los carros, en
este caso nuestro señor era El Canoso.
Siempre estuve intrigado por su historia pero nunca me animaba a hablar con él de esos temas tan delicados, hasta hace dos semanas que fui a visitar a mis padres, ahí en ese momento con la cámara en mi mano y un par de preguntas vagas empezó a contar su historia.
Anoche.
Por qué me siento muy solo.
La muerte.
Esas tres primeras respuestas me dejaron en shock, tanto así que mientras le seguía haciendo preguntas iba tomando fotos, como una forma mía de ocultar mi sorpresa con cada respuesta que mis preguntas recibían. Luego continué…
Cuando estaba en la universidad. Una compañera del colegio y yo
estudiábamos periodismo, tuvimos un hijo y duramos 7 años, yo la
invitaba a que fuéramos a un motel cuando éramos jóvenes y la invitaba
a meter droga: marihuana. La droga me llevo a la violencia física, a
pegarle, por eso es que mi hijo me odia, dice que soy lo peor que le
ha pasado.
Después de esa pregunta le costó trabajo organizar sus
ideas, se veía un poco sentimental, su voz empezó a quebrantarse como
si tratara de reponerse al decirme que odia la gente falsa y que yo
soy una de sus personas favoritas.
Continué hablándole. Ya el
recuperado me contó, que empezó a consumir drogas el día que le
tocó hacer un reportaje en el distrito del cartucho, una zona
famosa y conocida en Colombia por ser uno de los sitios de consumo
y venta de drogas más peligrosos del país, algo así como un Bronx pero
en Bogotá. Desde entonces la droga no le trajo mas que dos dedos
perdidos, un pulmón a medio funcionar y mucha pero mucha soledad, su
familia no quiere saber de él. En sus tiempos libres dice leer
revistas y escribir poemas, al contarme esto él se acordaba de sus
tiempos de inspiración, decía que los mejores que llego a escribir fue
cuando estaba en otro mundo, sus poemas lo sorprendían al siguiente
día cuando ya la droga no era testigo de esa inspiración.
Su libro favorito “Dejé mis lágrimas en Moscú” , libro que irónicamente retrata parte de su día, mejor dicho de su noche cuando sus lágrimas vuelven a sus ojos rojos y nublados por toda la droga que consumió y sigue consumiendo. La soledad vuelve a hacer presencia cada noche cuando los empleados de las fabricas de su calle retornan a su hogar, a ese hogar que El Canoso no sabe que es tener. Su hogar es un local vació que una de las fabricas le ha dado a el para que pueda dormir, a pesar de todo siempre mantiene sus zapatos limpios y aunque el calor de Cali quiera ser protagonista de su sudor, el siempre como un caballero con su sombrero y una sonrisa le abre la puerta a todas las damas que el trata de conquistar cuando llegan a esa calle.
Tiene una amiga que le visita periódicamente, para ser precisos cada fin
de semana una arquitecta con gustos particulares por la droga se acerca
a aquel local a reclamar su dosis semanal, ella como él y muchos otros
tenían una vida común y corriente.
Su infancia no fue fácil, su papá era un policía que lo castigaba metiéndolo
a un tanque de agua y su mamá, una señora culta de Zaragoza, España que
nunca supo qué hacer ante aquella situación.
¡Un personaje! El Canoso es alguien con quien que se puede hablar de
política y ciencia. Hoy su vida ha cambiado un poco, un gato que se
encontró ahora está a su lado en esa soledad que él dice ser la muerte
la única solución.